A sus 66 años, una vieja gorda no puede calmarse de follar. La abuela tiene mucho peso, pero eso no le impide seducir a los borrachos de sus vecinos, todavía jóvenes que follan todo gordas calientes follando lo que se mueve y beben todo lo que se quema. Después de una sabrosa mamada, la jubilada abre sus gordos muslos y escucha el chapoteo de la polla en su espaciosa vagina. No en vano se lubrificó el coño.
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